Gottfried Wilhelm Von Leibniz (1646-1716) fue uno de los precursores de la informática. Diseñó la primera máquina que podía realizar las cuatro operaciones aritméticas: suma, resta, multiplicación y división. Su “máquina calculadora” era capaz de procesar hasta 16 dígitos. Para muchos este invento marcó el comienzo de la informática, siglos antes de que aparecieran las “máquinas automáticas” de Alan Turing en 1936.
Leibniz, que entre otras muchas cosas, fue matemático y filósofo, pensaba que el mundo se podía entender de manera lógica recurriendo a las matemáticas. De forma similar a la que un ordenador es capaz de realizar complejas tareas a base de ceros y unos. Así que el origen del sistema binario empleado en la informática se puede retrotraer hasta Leibniz, aunque en realidad viene de mucho más atrás. Los sistemas de números binarios aparecieron en culturas antiguas (Egipto, China e India). El genio alemán se inspiró en el I Ching chino y pensaba que los números binarios eran un símbolo de la idea cristiana de la creación a partir de la nada. Leibniz entendió que hasta el más complejo aspecto de la realidad se podía representar de forma binaria, con ceros y unos.
Números binarios
El I Ching (Libro de las Mutaciones) se basa en la idea de que el conjunto del universo es una combinación del yin y yang (yinyang), donde el primero representa la oscuridad (lo negativo) y el segundo la luz (lo positivo). Estos dos elementos son la fuente de todo, y más que opuestos deben ser considerados como complementarios. Un concepto comparable con el lenguaje binario informático. La experiencia humana, de alguna manera, puede reducirse a una combinación de síes y noes. El I Ching se compone de 64 hexagramas que representan los 64 estados de cambio que hay en la naturaleza.
El escritor estadounidense Terence McKennna (1946-2000) llegó a la conclusión de que los 64 hexagramas del I-Ching no eran una secuencia aleatoria de símbolos sino un intento de cartografiar la naturaleza del propio tiempo. McKenna pensaba que si la historia se repetía era porque había unos mismos parámetros que se sucedían una y otra vez.
Aleatoriedad frente a causalidad
Carl Gustav Jung (1875-1961), que comenzó siendo discípulo de Freud, con el tiempo se convirtió en uno de los psiquiatras y psicólogos más influyentes de la historia. Escribió el prólogo de la traducción al inglés del I Ching (Libro de las Mutaciones) por Richard Wilhelm. Jung criticaba el hecho de que la ciencia occidental se basara solo en el principio de la causalidad (la causa siempre precede al efecto). En cambio, “la cultura china, tal como la veo en el I Ching, parece preocuparse exclusivamente por el aspecto aleatorio de los acontecimientos… Debemos admitir que hay algo que decir sobre la inmensa importancia de la casualidad”, escribió en el largo prefacio a la traducción del Libro de las Mutaciones.
La tradición habla de los Cuatro Grandes Inventos de la antigua China: la brújula, la pólvora, el papel y la imprenta pero quizá el quinto podría ser considerado la creación del código binario sobre el que se fundamenta la informática. Quizá sin el I Ching y los trabajos de Leibniz no habrías podido leer estas líneas…