El mayor enemigo de quien trabaja seriamente en el ámbito de las nuevas tecnologías, el desarrollo software, o cualquiera de las disciplinas que buscan mejorar los procesos, los datos, la vida de la gente con nuevas (o viejas) tecnologías, es la frustración.

Si bien no es una situación exclusiva del gremio informático, la frustración laboral (sentirse vacío, que el trabajo que uno lleva a cabo no tiene propósito) toma especial relevancia cuando afecta a los que buscan ese avance humano, productivo o de calidad ,como resultado del desempeño diario. Por ello es importante adaptarse y lidiar con esta frustración “del ingeniero” pues no podemos prescindir de cierta motivación para aguantar una vida laboral moderna, con edades de jubilación crecientes.

Sabiendo que el ánimo no se puede racionalizar, y que la mayoría de las frustraciones profesionales provienen de factores externos imposibles de controlar, hagamos un recorrido por las contingencias y mitigaciones que podemos poner en marcha para, ya no sobrevivir, sino convivir con la frustración en cada momento.

 

Intereses divergentes

 

Cuando se aborda un proyecto de digitalización o de automatización, sea implementando sistemas de información, soluciones de inteligencia artificial u otros modelos, se espera que el objetivo e interés de los participantes sea lograr esa elevación de la sofisticación del proceso, o el rendimiento de una actividad que mejora con la tecnología. Pero muchas veces los intereses de las compañías divergen de esa aspiración idealista que tenemos de cambiar el mundo, y entran en juego los criterios económicos y estratégicos de las empresas, así como los intereses particulares de las personas implicadas en el proyecto. Encontrarse en una situación donde el trabajo parece no tener el sentido que queremos, sin duda conduce a cierta frustración y, ante mucha repetición, pérdida de motivación para querer cambiar el mundo. No obstante, hemos de ser conscientes de que por pequeño que sea el cambio que consigamos, en sí es un éxito que debe motivarnos a dar lo mejor en cada situación.

 

 

Lo bueno y lo mejor

 

Cuando se sabe hacer bien una cosa, nos frustra habitualmente si tenemos que hacerlo de una forma mediocre, o no todo lo bien que se podría. Pero el éxito de cualquier proyecto de ingeniería está muy ligado con entender las limitaciones existentes e incorporarlas dentro de la gestión del proyecto, para poder así alcanzar la mejor solución dadas esas restricciones o limitaciones. Aceptar que no se puede hacer lo mejor, y nos tenemos que contentar con algo bueno, es una clave para superar la frustración que genera el “querer y no poder” dar rienda suelta a nuestras capacidades de hacer más y mejor. Porque no nos olvidemos, salvo contadas excepciones, la actividad tecnológica está ligada, como todas, a sus contextos de presupuestos, tiempos e incluso personales.

 

Perder el debate

 

Es muy sencillo trabajar cuando todos los miembros del equipo son homogéneos, piensan o tienen las mismas formas de actuar, puesto que se minimizan las discusiones y por tanto los debates internos en el equipo. Igual que la proximidad en pensamiento y criterios que se tiene cuando uno está en la educación primaria con sus compañeros de estudios se va perdiendo con los años siguientes de secundaria y otros estudios, cuando se llega a la edad laboral y se acumulan años de experiencias, se forjan diferentes caracteres, valores, intereses e ideas. Trabajar en entornos cada vez más heterogéneos por formación, edad, nacionalidad o simplemente especialización, hace del conflicto y el debate interno una constante que puede derivar, si uno pretende tener siempre la razón, en frustración. De nuevo, no estaremos haciendo las cosas cómo nos gustaría, porque otras personas del equipo tienen otra percepción, otra idea, otra preferencia. Dejar atrás lo correcto o incorrecto de las cosas, y buscar el mayor consenso dentro de la diversidad de ideas y opiniones, es otra de las claves para poder conllevar sin mayor problema las frustraciones habituales de estas profesiones.

 

 

No me entienden

 

¿No sientes frustración cuando intentas explicar algo una, dos, doce veces, y no te entienden? ¿El cansancio de estar constantemente justificando cosas obvias te ha hecho perder la ilusión por un proyecto? ¿Te genera un gran vacío el no ser capaz de comunicarte con unos nuevos compañeros que carecen de experiencia y no se enteran? Todas estas circunstancias son intrínsecas al mundo tecnológico, donde además de existir barreras de comunicación con los ajenos al gremio, falta de entendimiento de un lenguaje complicado, técnico, lleno de anglicismos, y mucha distancia en las visiones de un usuario de un sistema y un programador. No podemos evitar las dificultades de comunicación y, por ello, en lugar de frustrarnos, hemos de adquirir habilidades para poder mejorar las formas de trasladar la información, insistiendo en las formas gráficas como complemento a las escritas y verbales, y mucha empatía para poder identificar cuando no nos entienden (y por tanto tenemos que buscar otra manera de explicarnos) para evitar caer, de nuevo, en la frustración.

 

El cambio constante

 

Las tendencias de las últimas dos décadas en el sector de las tecnologías han hecho variar el objetivo inicial de construir y mantener sistemas de información que duren y perduren, por la agilidad e inmediatez en generar sistemas que cubran necesidades presentes, delegando en la mejora continua la adaptación a cambios en el negocio. Se incrementa por tanto el cambio, se presenta como una constante, con la que hay que convivir, pese a que nos genere frustración el tener que modificar lo previamente realizado, sea por necesidad de adaptación, o todo sea dicho, por no haberse pensado lo suficiente. Es precisamente este cambio habitual, el trabajar con la famosa “beta constante” y la obsolescencia de sistemas lo que ha permitido un alto desarrollo de la aplicación de nuevas tecnologías en diferentes campos industriales y de la vida de todos nosotros y, en parte, justifica la alta demanda de profesionales vinculados a esta digitalización constante, a veces efímera, y omnipresente. Digamos que, cuando te frustres por tener que cambiar por cuarta vez en un año un sistema, piensa que gracias a ello hay trabajo para todos (sin necesidad de cambio, no habría necesidad de tanto informático).